Las condiciones básicas de la vida social son comprender y expresar. Comprender es apropiarse de la realidad, clasificándola ordenadamente según las palabras comunicadas. Expresar
es hacer eficaz nuestra voluntad, actuando sobre los demás para dejar
constancia de nuestra presencia. En este proceso, el lenguaje actúa como
cauce y medio.
No existe tribu ni pueblo, por primitivo que sea, que no disponga de un lenguaje como medio de comunicación.
Pero como con tantas otras palabras, también el lenguaje es un
vocablo que se emplea en varios sentidos. En un sentido amplio y hasta
metafórico se habla del lenguaje de las flores, del de las señales de
tránsito, etcétera, pero, principalmente, entendemos por lenguaje, el lenguaje humano como conjunto de signos articulados por medio de los cuales se comunican
las personas; o sea, un conjunto sistemático de signos que permiten un cierto tipo de comunicación.
La palabra lenguaje se aplica a la manera de comunicarse y
expresarse los animales; pero sus procedimientos comunicativos, aunque
sean de gran sutileza, como sucede con las abejas o las hormigas, no es
lenguaje en sentido estricto o, al menos, no se poseen estudios ni
conocimientos muy seguros de este tipo de lenguaje.
El lenguaje es una actividad humana
que nace con el hombre, que sólo a él pertenece y que le permite
comunicarse y relacionarse al poder comprender y expresar mensajes.
El lenguaje se ha formado en el seno de la sociedad. Es el hecho social por excelencia. Podemos decir que es la capacidad que toda persona tiene de comunicarse con los demás, mediante signos orales o escritos.
Conocemos que los animales por una actuación instintiva
conservan las costumbres y las realizan de la misma forma que sus
antepasados. Por el contrario, el hombre, precisamente gracias al
lenguaje, conoce su pasado; puede comprender su presente y puede
organizar su futuro de la forma que libremente elige.
El lenguaje es una facultad humana independientemente de que empleemos un idioma u otro.
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